La última semana de la interna oficial, por primera vez en mucho tiempo, tuvo destellos de amabilidad intracoalición y señales que expresaron hartazgo por el conflicto entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Al discurso de Máximo Kirchner en Lanús, en el que además de apuntar contra Martín Guzmán envió un mensaje de apoyo al Presidente, se le sumó el testimonio de Gabriel Katopodis que pidió “ver a Cristina en la mesa de decisiones”. Katopodis contó, también, el mensaje que le acerca la militancia hastiada por las diferencias internas: “Ganen o mueran”.
Un episodio singular se dio a última hora del viernes. Sergio Massa le envió una carta a Guzmán para actualizar la ley de Ganancias. En Economía sostienen que Massa sabía que eso iba a concretarse el mes próximo y el ministro respondió: “Es una obviedad”. Poco Shaolin. Además del off que dejó trascender el massismo -“hay tantas obviedades que se demoran”-, el ánimo del titular de la Cámara de Diputados luego del on de Guzmán no era el más armónico. Es un alerta para el Presidente. A Guzmán le asiste la razón en el trazo grueso de su programa y su posición es la heterodoxia posible en un momento como este, en un país como este y con restricciones como estas. Tiene herramientas de sobra para ganar la discusión económica, pero en el peronismo los técnicos no se relacionan así con los que juntan los votos.
Al rescate del ministro de Economía salió el Chino Navarro que, además, aprovechó el momento para poner luz sobre otro tema: “Hay que armar debates en serio. El PJ bonaerense, que preside Máximo Kirchner, y el nacional, que preside Alberto Fernández y yo integro, tiene la mitad de las afiliaciones truchas, quiere decir, que no existen. Hay gente que está afiliada y no lo sabe”. La incógnita es si se trata de un repentino ímpetu por la transparencia o un kick off en el debate preelectoral con los intendentes. Durante el fin de semana se vieron pintadas de Patricia “la Colo” Cubría, diputada provincial y esposa de Emilio Pérsico, en Ramos Mejía, Isidro Casanova y San Justo: “La renovación que La Matanza estaba esperando”. Un intendente reconoció ante #OffTheRecord el malestar de algunos jefes comunales: “Vigilante no soy, pero no pueden usar los planes para caminarnos el distrito a nosotros”. Mientras tanto, hay otra discusión en la provincia de Buenos Aires desde hace unas cuantas semanas: desdoblar o no las elecciones a gobernador como hicieron otros distritos de corte albertista. En principio, la posición que más apoyo cosechó es habilitar institucionalmente a Axel Kicillof y esperar cómo se suceden los hechos, pero hay opiniones divididas. ¿Quiénes tienen más dudas? Cristina y Máximo Kirchner.
Solo el estado actual de un gobierno enfocado en su propia interna y un ecosistema mediático cuyo foco es, básicamente, el mismo, permite entender el modo en que se cubrió e interpretó la gira presidencial que llevó a Alberto Fernández a Francia, España y Alemania. En un viaje que tuvo una planificación compleja, fue recibido por los tres principales líderes políticos de Europa occidental. Lejos de recibir críticas, su presencia fue bienvenida y destacada aun cuando dejó en claro que Argentina no se sumará a las sanciones económicas occidentales contra la Federación Rusa -a las que no juzgó, pero de las que enfatizó sus consecuencias para el sur global. Fernández mantuvo la posición argentina de condena a la invasión de Ucrania, pero exploró como titular de CELAC la posibilidad de mecanismos de diálogo más abarcativos que los actuales, con la esperanza de acercar a Rusia a, al menos, un cese de fuego permanente. La inflación récord a nivel global está necesitada de buenas noticias. Por ahora, la perspectiva, advertida en el G7 por la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbrock, y el Banco de Inglaterra, es una crisis de hambruna causada por el bloqueo de los puertos ucranianos y las restricciones que, cada vez más, imponen los países.
Para quienes esperaban resultados concretos o grandes anuncios, a partir de la coyuntura política de Argentina, el viaje presidencial podría parecer inútil. No es una forma correcta de medirlo. Los encuentros políticos de alto nivel revisten enorme importancia para la diplomacia de los países y la situación política y económica es seria, pero -por encima de aquello- Argentina puede posicionarse como un abastecedor de confianza de eso que el mundo necesita: alimentos y energía. Renovables y gas natural. No importa que sean proyectos de mediano plazo y requieran inversiones. Ni Rusia ni Ucrania, ni la fe en el comercio libre, eficiente y garantizado, serán los mismos. Y la seguridad será cada vez más importante para las decisiones económicas. Argentina, con todos sus dramas macroeconómicos, es uno de los países menos expuestos en términos de potenciales conflictos geopolíticos serios.
El Enemigo, una creación de Alejandro Vigil y Adrianna Catena,es un vino de prestigio global. Su etiqueta tiene un mensaje que en la política a veces hace sentido: “Al final del camino solo recuerdas una batalla, la que libraste contigo mismo, el verdadero enemigo (…)”. La historia cuenta que fue un obsequio que le envió Marcos Peña a Alfonso Prat Gay luego de echarlo del gobierno por orden de Mauricio Macri desde Villa La Angostura. El peñismo niega el presente. Al Presidente argentino le ocurre, en ocasiones, algo similar. Algunas de sus intuiciones chocan, sin embargo, con un enemigo mortal: él mismo. Argentina practica una política exterior de no alineamiento, sin grandes enfrentamientos y con una relación aceptable con todas las potencias, al tiempo que mantiene el apego al sistema internacional de Derechos Humanos. Lo ha hecho de forma razonablemente consistente durante toda la gestión, pero fueron muchas las veces que las palabras del jefe de Estado pusieron al país al borde de algún problema serio. La voluntad de ser amable con el interlocutor ocasional suele contener, como parte envenenada, referencias a terceros países.
A Fernández no le bastó declararse europeísta, una posición cuestionable o no, pero legítima, sino que decidió minimizar la importancia tanto cultural como de inserción de China. Argentina es el primero de los tres grandes países de la región en integrarse a la iniciativa de la Franja y la Ruta y confía en China para inversiones en infraestructura que otros no hacen o atan a modificaciones económicas decididas en forma no democrática. Es muy difícil minimizar su importancia como destino de nuestras exportaciones, productor de bienes de capital que consumen nuestras industrias e inversor en infraestructura. Fernández lo hizo sin que se lo pidieran. Lo mismo había ocurrido cuando ofreció -con mirada comercial- convertir a la Argentina en “la puerta de entrada de Rusia en América Latina” para quitarle “la dependencia que tiene de Estados Unidos”. Sin mencionar aquella frase sobre brasileños y mexicanos o las presentaciones en las que cuestionó las estrategias pandémicas de Chile o Suecia. En política internacional, la capacidad de brindar certeza y ser un interlocutor confiable, aun en las diferencias, es tanto o más importante que la posición política de fondo.
El presidente, que en general ha conducido una política exterior sensata y equilibrada, debería tomar nota. Cada una de sus palabras debió ser lamentada en Beijing como antes lo fueron en Washington las que pronunció en Moscú -y algunos negociadores ante el FMI sostienen que fue lo que produjo el rechazo del organismo al pedido argentino por la eliminación de la sobretasa- y antes que eso en Brasilia, tras la cita de memoria, descontextualizada y hasta involuntariamente racista sobre el origen de nuestros pueblos.
La fortaleza de su política exterior, su palabra empeñada y su capacidad para navegar conflictos deberá ser puesta a prueba ante el posible boicot de México a la Cumbre de las Américas, a menos que se invite a todos los países, incluyendo a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Desde la derecha, la presencia de Jair Bolsonaro, que preside el país que es el principal socio comercial de Argentina, también aparece en duda. Argentina acompaña el pedido mexicano activamente por la vía diplomática, pero no torpedea la Cumbre. Una posición que requiere equilibrios que la verba presidencial hasta aquí no mantuvo.
Iván Schargrodsky | Cenital