martes, abril 30, 2024
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¿TENEMOS LA BURGUESÍA QUE NOS MERECEMOS?

En las últimas semanas surgió una discusión interesante acerca del rol que tienen las élites en las economías. Más específicamente, si la burguesía nacional es la principal causa de los problemas económicos de la Argentina. Para eso, arranquemos por examinar la calidad de nuestras élites, lo que en términos económicos significa averiguar si generan más valor agregado del que extraen. Uno de los puntos clave a determinar es si tienen un comportamiento extractivista (concepto popularizado en este último tiempo por los economistas Daron Acemoglu y James A. Robinson, a partir de su libro Por qué fracasan los países) asociado con la extracción de rentas, es decir, ingresos generados por la captación de algún tipo de privilegio que se obtiene a costa del resto de la sociedad. Por el contrario, una élite de calidad lo que hace es generar mayor valor agregado, lo que le permite incrementar sus ingresos en conjunto con el del resto de la sociedad, tal como muestra el diagrama debajo.
  Élite extractivista vs. Élite de calidad
Fuente: Universidad St. Gallen (2023).
Con ese enfoque en mente, la Universidad suiza St. Gallen realiza todos los años un exhaustivo estudio para elaborar un ranking mundial de la calidad de las élites basado en su capacidad para generar o para extraer valor agregado de sus economías. En su última edición, la del 2023, Argentina ocupa el puesto 79 sobre un total de 159 países (prácticamente, en mitad de tabla). Ahora bien, el ranking se elabora a partir de dos dimensiones (la política y la económica) y dos ejes, el nivel de poder y de capacidad de generar valor agregado. Para quien le interese profundizar, los indicadores utilizados se encuentran en la página 116 del informe.
De esa manera, se obtienen 4 grandes indicadores: 1) el poder político de esas élites para inclinar la balanza estatal a su favor, es decir, su capacidad para incidir directa o indirectamente a través de medidas o cambios en las regulaciones con el objetivo de obtener un beneficio propio en desmedro del resto; 2) la extracción efectiva de valor agregado desde el Estado hacia las élites (medido a través de la capacidad del Estado para redistribuir correctamente los ingresos, tanto por medio del gasto como de la política tributaria); 3) el poder económico de las élites, entendido como el dominio que tienen a nivel económico (medido a través de la concentración a nivel país y por tipo de industria); 4) la generación efectiva de valor agregado de las élites a nivel país (a costa de los consumidores, de los ahorristas y del valor agregado que generan los trabajadores). Un aspecto importante que es necesario remarcar de este último indicador es que, por la manera en la que está construido, está más asociado con la (in)capacidad de generar valor agregado que con la extracción del mismo (ya que es mucho más difícil de medir y de captar). El gráfico debajo muestra la situación de cada país en función de la capacidad de generar valor por parte de las élites y su poder político.
  Capacidad de generar valor por parte de las élites y su poder político
Fuente: Universidad St. Gallen (2023).
Como pueden ver, según este estudio las élites argentinas se caracterizan fundamentalmente por su baja capacidad de generar valor agregado y, a su vez, por no presentar una dominación fuerte sobre el Estado. Otro aspecto importante a destacar (sobre todo para la discusión local), es que todos los indicadores asociados al nivel de concentración económica muestran un nivel relativamente bajo (esto lo pueden verificar en la página 50 del informe). En función de lo anterior, no hay dudas de que las élites argentinas son parte del problema. Ahora bien, ¿son las principales culpables? Acá es donde creo que la discusión se pone más interesante y donde hay más controversia, porque asignar culpas es lo mismo que identificar las causas de nuestros problemas (y, por ende, sus posibles soluciones). Hay otro gráfico del informe que resulta clave para responder esta pregunta. Como pueden apreciar a continuación, existe una relación bastante estrecha entre el PBI per cápita (que podríamos pensarlo como un indicador que aproxima el grado de desarrollo de un país) y el ranking de las élites. Dicho de otra manera, la calidad de la élite de cada país se corresponde -bastante- con su desempeño económico.
  Relación entre PBI per cápita y calidad de las élites
Fuente: Universidad St. Gallen (2023).
Como nos cansamos de repetir en economía, el hecho de que haya una relación estrecha no me dice nada de la causalidad (eso requiere, primero una buena explicación y, en segundo lugar, alguna manera empírica de poder comprobarlo). Yo me inclino a pensar que la causalidad va desde el PBI per cápita hacia la calidad de las élites, es decir, que tenemos una élite de mala calidad debido a nuestro flojo desempeño económico (en breve charlamos sobre la explicación). Si, en cambio, la calidad de las élites fueran las que determinan el PBI per cápita, entonces deberíamos encontrar alguna característica particular de las mismas, pero que a la vez se modifique según el grado de desarrollo, algo bastante difícil de argumentar. Por poner un ejemplo incorrecto (pero bastante repetido): no podemos decir que la causa sea que las élites son malvadas/codiciosas/egoístas porque sería muy -pero muy- difícil de mostrar que eso sucede sólo con las élites de los países con bajo PBI per cápita. Ojo, esto no significa que las élites no sean codiciosas o egoístas. Es más, es probable que en general lo sean. Pero eso no sería la causa principal del problema porque es un fenómeno característico del capitalismo, en el sentido de que la racionalidad (económica) de las empresas es la misma en todos lados: ganar la mayor plata posible. Además, de este diagnóstico -erróneo- se desprende que la solución sería regularlas lo más posible, de modo de restringir al máximo este tipo de comportamiento. Pero, de nuevo, sería incorrecto, porque si bien es muy probable que se logre reducir el potencial comportamiento extractivo, esto vendría acompañado de un menor nivel de producción y de inversión (se achicaría la torta). Desde ya que se podría argumentar que el sistema capitalista está diseñado para que las empresas sean las grandes beneficiadas. Pero, lamentablemente, esas son las reglas de juego. Razonar de esta manera no solo es confundir la causa, sino que lleva a un camino bastante inconducente desde lo programático. Pongamos un ejemplo futbolero para que se entienda. Esto sería como argumentar que una derrota del seleccionado argentino contra el de Bolivia fue por culpa de la altura. Primero, como dijimos, porque la causa principal no sería esa, sino haber jugado mal, haber planteado de manera incorrecta la táctica o el equipo inicial. Pero, aun suponiendo que parte de la causa fuera la altura (lo cual es cierto), no podríamos hacer nada para modificar eso, porque así son las reglas del juego. Seguro alguien me diría que la AFA podría hacer algún tipo de reclamo a la FIFA, pero lo más probable es que eso no termine en nada (o, en el mejor de los casos, que tarde muchos años en modificarse el reglamento). En el medio, continuaríamos perdiendo contra Bolivia, pero porque seguiríamos jugando mal y/o planteando mal la estrategia (mientras nos quejamos de que perdemos por la altura). Con las élites, en mi opinión pasa algo similar. La idea de que ésta sea la causa principal no solo creo que es incorrecta, sino que además lleva al gobierno de turno a asumir una postura derrotista (“no se puede hacer nada para modificar eso”) o voluntarista (“hay que cambiar todo el sistema”), la cual, como vimos, no resuelve el problema de fondo. Pero, ¿cuál es ese problema de fondo? Para responder esa pregunta, deberíamos identificar cuáles son las características particulares que diferencian a la élite argentina del resto e identificar sus causas; porque las élites, como todo grupo social, están condicionadas y moldeadas por su entorno. Las empresas, al igual que cualquier persona, toman decisiones en función de la información que disponen y de su experiencia. Entonces, eso lleva a que en cada país se comporten de manera distinta. Hay dos rasgos característicos que tiene la burguesía local y que son parte del problema: (re)invierten poco y ahorran en dólares (para peor, fuera del sistema local). De los 169 países con los que contamos con datos para 2023, Argentina se ubica en el puesto 155 al ordenarlos por su tasa de inversión (15% del PBI), es decir, bien en el fondo de la tabla. Por otro lado, los economistas Alstadsæter, Johannesen y Zucman armaron una base de datos donde miden la riqueza “offshore” ubicada en los distintos paraísos fiscales bancarios, distinguiendo por la residencia de dichos capitales. Allí, lo que encuentran es que Argentina es el quinto país del mundo con mayor riqueza depositada en paraísos fiscales (en relación con el tamaño de su economía), con un 38%. Nota: Por la dificultad para recabar estas estadísticas, los datos son de 2007 (último dato disponible), aunque es muy probable que eso no modifique las conclusiones.   Stock de activos offshore por país (como % del PBI)
Fuente: Alstadsæter, Johannesen y Zucman (2018).
¿Cómo podemos explicar que las élites argentinas invierten poco y ahorran mucho (en dólares fuera del sistema)? Por los recurrentes episodios devaluatorios y la elevada memoria inflacionaria que muestra nuestro país desde hace más de 50 años. Esa combinación de elementos llevó a que la Argentina sea la economía con más recesiones de todo el mundo desde 1974. ¿Qué hacen ustedes con sus ahorros? La respuesta más probable es que compren y atesoren dólares (fuera del sistema bancario), dado que, por lo menos para el caso argentino, es el mejor instrumento para que no pierdan valor. Como mostramos en esta edición, esto se explica por las recurrentes devaluaciones del tipo de cambio que llevan a que nuestra moneda pierda valor, sumado a eventos confiscatorios (como el Plan Bonex o el corralito) que hicieron que la población no mantenga sus ahorros en el sistema bancario local. Las empresas razonan exactamente igual. La única diferencia es que, por los montos que manejan y su grado de sofisticación financiera, pueden hacerlo depositando esos dólares en cuentas bancarias en el extranjero (en algunos casos son declaradas y en otros no). Respecto de la baja tasa de inversión que muestra la economía argentina, la causa principal es la misma. Las recurrentes devaluaciones, la alta inflación y las crisis económicas hacen que nuestra economía sea una de las más volátiles del mundo. Esa elevada incertidumbre respecto del futuro lógicamente reduce las inversiones, que en su mayoría son proyectos de largo plazo. Por tales motivos, la causa de su comportamiento -y el problema a solucionar- no se encuentra en las élites per se, sino en el contexto económico que las rodea. Como dijimos, las empresas se adaptan al entorno y eso moldea sus decisiones que, con el transcurso del tiempo, se transforman en hábitos difíciles de modificar. Aldo Ferrer, uno de los economistas más destacados de la historia argentina y que dedicó buena parte de sus investigaciones a este tema, solía decir que si traés a un empresario alemán a la Argentina, a los pocos días lo ibas a tener comprando dólares. Ojo, esto no significa que no haya que supervisarlas y/o regularlas, el tema es que con eso (sólo) no solucionamos nada. Nuestros principales problemas, las recurrentes devaluaciones y la alta inflación, son cuestiones macroeconómicas y, por ende, su solución también hay que buscarla ahí. ¿Cuáles son esas causas? La apreciación sostenida del tipo de cambio, el estancamiento de las exportaciones, el elevado financiamiento monetario del déficit fiscal, que además presiona a la baja a las tasas de interés de los instrumentos en pesos, todas cosas que ustedes ya saben. Bonus track ¿Se dice “élite” o “elít”? Siempre que hablo de estos temas me surge la misma duda así que fui a consultarlo a la Real Academia Española. Si bien las dos son válidas, la forma “élite” proviene de una mala interpretación del acento agudo francés, que luego se generalizó en todas la región y terminó siendo aceptada. Si te interesa profundizar en este tema, te recomiendo el libro de Aldo Ferrer, El empresario argentino. ¿Dónde hay más diversidad económica, en las escuelas públicas o en las privadas? Buenísimo este trabajo de Argentinos por la educación, que analiza el tema con datos y responde la pregunta. Ante tanta polémica y sobre-interpretación sobre la figura de Alberdi, te recomiendo este episodio de Historiar, donde el especialista Eduardo Zimmermann analiza la trayectoria política e intelectual de este gran pensador argentino.

Juan Manuel Telechea | Cenital 

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