La última semana dio cuenta de una frágil tregua entre la cabeza institucional y la política del Frente de Todos. Una mayoría -aunque no ya una mirada unánime- caracterizó el movimiento como una victoria de Cristina Fernández de Kirchner que habría de impulsar un programa de aumento sostenido del gasto público, mayor confrontación con el Fondo Monetario Internacional y una aproximación ideológica restrictiva en relación al acceso al dólar. Pasados ocho días desde el anuncio del cargo ministerial para Silvina Batakis, se fortaleció el primer ítem que incluyó un encuentro personal en mucho tiempo entre Alberto Fernández, su vice y Sergio Massa, además de varias conversaciones bilaterales entre los tres accionistas de la coalición oficial. El segundo diagnóstico, alimentado a base de prejuicios -a veces con carga valorativa opuesta-, aparece muy desdibujado, no solo por los primeros anuncios de la ministra sino por las definiciones que, el último viernes, dejó CFK en Calafate.
No hace falta acordar sobre las causas enunciadas por Cristina en relación a la fuga para advertir en su discurso del viernes una mirada pragmática sobre el problema monetario que es el principal que afronta el país en el momento actual. Fue ella misma quien lo señaló cuando advirtió que los eventos sucesivos de fuga y brecha afectaron tanto a su gobierno como al de Mauricio Macri. Lo hizo a pesar de que ambos tuvieron diagnósticos muy distintos sobre las causas de la debilidad del peso o de su opuesto: la fuerte demanda de dólares para diversos usos que, en los últimos dos años, por ejemplo, impidió acumular reservas a un país con más de 15 mil millones de dólares de superávit comercial.
No es necesario mencionar las acciones de un puñado de empresarios y fondos de inversión bien conectados -como lo hizo la vicepresidenta al hablar de quienes “te provocan la brecha”- ni de la sostenibilidad de un modelo de alto endeudamiento en dólares y libre movimiento de capitales para advertir que se trata de un fenómeno cuya manifestación en Argentina trasciende tanto la orientación ideológica de los gobiernos como las estadísticas del sector externo a nivel comercial y requiere, por lo tanto, un abordaje urgente para evitar una sangría que obtura cualquier crecimiento.
En sintonía con el diagnóstico de la vice sobre el bimonetarismo y la restricción externa, el economista Martín Alfie se preguntaba en redes tras el discurso sobre las posibilidades de éxito de un plan de estabilización que, sin controles de capital estrictísimos como los vigentes, supone un piso de ventas de pesos de entre diez y quince mil millones de dólares por encima de los necesarios para importaciones. La pregunta, claro, era retórica. La urgencia de estabilizar y la imposibilidad de normalizar la demanda de pesos de forma gradual, dadas las urgencias presentes, explica la prioridad expresada por CFK y puesta en un acuerdo cuyo centro sea la cuestión monetaria, una mirada que, a pesar del lugar común, es mucho más práctica que ideológica.
Los primeros anuncios de Batakis transparentan la gravedad que se percibe sobre la situación y ella misma reconoció en privado minutos antes de la conferencia de prensa con una frase que congeló a los funcionarios que la escuchaban y explicita el registro que tiene del momento. Acompañada por la casi totalidad de los ministros con responsabilidades en la gestión externa -en un escenario donde el país necesita importar 100 millones de dólares por día en energía hasta mediados de agosto-, anunció una serie de medidas relativas a la administración del Estado, financieras e impositivas.
Otras medidas, como las subas en las tasas de interés, el congelamiento de los ingresos en el Estado y el control de gastos de los organismos van incluso un poco más lejos que el sendero marcado por Martín Guzmán. Otros dos anuncios -la extensión del control sobre los gastos presupuestarios a los organismos descentralizados y la centralización en el Ministerio de Economía de las valuaciones fiscales inmobiliarias- ponen luz sobre algunas de las inequidades más irritantes que afectan a la gestión pública.
En cuanto a la modificación de las valuaciones fiscales, permitiría lograr resultados en la recaudación a partir de una decisión administrativa, algo que, por las restricciones que impone el artículo 99 de la Constitución Nacional, es bastante difícil de lograr con la creación de nuevos impuestos y alícuotas, como muestra el sueño que siguen durmiendo el Fondo para la cancelación de deuda con el Fondo Monetario Internacional y el impuesto a la renta inesperada. De ser exitoso, el revalúo podría contribuir también a mejorar, con un criterio de eficiencia y progresividad, las estructuras de recaudación de las provincias, que hoy se apoyan en los impuestos a los automotores y muy especialmente en un impuesto muy dañino para la producción como es Ingresos Brutos.
Las diferencias entre Batakis y Guzmán residen fundamentalmente en la praxis política. Si el ex ministro creyó que podía desarrollar un programa económico sin el apoyo de la accionista mayoritaria del Frente de Todos, la actual titular de la cartera ya vio que eso no es posible. Por eso se imponen una serie de preguntas: ¿Cristina está de acuerdo con las medidas anunciadas por Batakis? ¿O entiende, como casi todos, que no hay alternativa luego de la situación que, según el kirchnerismo, le dejó Guzmán a su sucesora? “Habrá que ver si funciona, pero el tema fundamental es cómo llegamos hasta acá”, se lamentaba ante #OffTheRecord un jefe kirchnerista. El sujeto tácito, naturalmente, es Guzmán. Desde el entorno de la vicepresidenta señalan al discípulo de Joseph Stiglitz como el responsable último de una situación que hoy está al borde del abismo.
“Este miércoles salimos con las asambleas y si en una semana no hay medidas el 20 vamos a la ruta, a los puertos, a todos los lugares donde está el poder económico a reclamar medidas para nuestro sector”, dijo Juan Grabois anoche en IP. La advertencia del dirigente social tiene un aspecto que no es visible. El kirchnerismo tiene en carpeta una serie de medidas desde la semana anterior a la renuncia de Guzmán de corte expansivo. En Casa Rosada no están convencidos de su viabilidad producto del estado de las cuentas públicas. El 20 es el día del amigo.
Los reclamos del kirchnerismo encuentran asiento en la realidad. A la falta de gestión política del acuerdo con el FMI -que llegó al punto en el que un 50% de la sociedad piensa que el endeudamiento fue responsabilidad de este gobierno- se le suma la falta de resultados. Desde la firma del entendimiento todas las variables que presuntamente iban a corregirse empeoraron. El ministro ya no está y las reservas tampoco. Descargar toda esa responsabilidad sobre la tensión política intracoalición puede servir para convencer a líderes de opinión pública o representantes del tercer sector, pero no para intentar encontrar las soluciones y los fundamentos que necesita la economía argentina.
La oposición también tiene sus ruidos. Mauricio Macri utiliza a María Eugenia Vidal para irritar a Horacio Rodríguez Larreta. La actualidad de la ex gobernadora es un caso de estudio: intuye, con la misma falta de astucia que la llevó a creer en el Plan V, que Macri la tiene en consideración para el futuro inmediato. No termina ahí. La peregrinación simbólica de Vidal para lograr un perdón del Calabrés que nunca llegará alcanzó una propuesta heterodoxa: eligió a Darío Nieto -secretario privado de Macri- para que le coordine los equipos de comunicación. Vidal, diputada por la Ciudad de Buenos Aires, expone en la Cámara sobre una provincia en la que perdió por 20 puntos. Es más: su equipo insistió hasta el final en responsabilizar a un Macri que, en las generales, redujo más la distancia en lo nacional de lo que ella en territorio bonaerense. Un fracaso con luces de colores.
Mientras tanto, Patricia Bullrich consolida parte de su equipo en base a la dimensión humana. Sebastián García de Luca y Nicolás Massot notificaron hace al menos un mes que estaban trabajando con la ex ministra de seguridad. El coletazo llegó la semana pasada: un operador todoterreno de Hache llamó a Massot para sugerirle que, de no plegarse a la estrategia de Larreta, su rol como director del Banco Ciudad no iba a sobrevivir. La conversación duró poco: cuando cortó, Massot envió la renuncia que todavía el jefe de Gobierno no firmó.
El síntoma sobre 2023 se expande. Por una foto que subió a su cuenta de Twitter, las especulaciones sobre un eventual acompañamiento de Macri a Larreta capilarizaron rápidamente. El objetivo era, efectivamente, mostrar un apoyo del ex Presidente, pero a su primo Jorge como sucesor de HRL en la Ciudad de Buenos Aires. Aparentemente nadie en el equipo del tandilense reparó en la lectura que iba a hacerse del registro visual. Parte del malestar opositor puede residir en los números que maneja la mesa nacional del PRO. En la última gran encuesta y durante el peor momento del gobierno hasta ese momento, el oficialismo nacional recogió un apoyo de entre 32 y 35 puntos a nivel país. De no mediar un estallido cambiario y si el gobierno logra estabilizar una inflación alta pero no intolerable, el escenario del año que viene está abierto.
El síntoma más atendible de esta actualidad fue la marcha del sábado. Convocada y militada por artistas y periodistas de adscripción partidaria, la convocatoria fue muy pobre. Habrá que mirar de cerca el comportamiento opositor. Hacia fines de 2019, Macri llamó a Massa para que el entonces candidato ganador de las PASO, Alberto Fernández, le pusiera tope al dólar. Tres años después, sus economistas se pasean en público y en privado generando inestabilidad de manera deliberada sobre una situación macrofinanciera igual de delicada que en aquel momento.
No sería indicado buscar un súbito giro a miradas liberales en la preocupación por esa inestabilidad y por la divisa norteamericana que expresó la vicepresidenta en sus últimas apariciones. No hay mirada económica que pueda desentenderse de las restricciones materiales. En un inesperado momento de protagonismo global, circularon por todo el mundo las imágenes de los manifestantes de Sri Lanka bañándose en la pileta del palacio presidencial mientras el mandatario huía a las apuradas. Sri Lanka no tiene un programa con el FMI ni es víctima de un plan de austeridad. Las afectaciones a su principal ingreso -el turismo, producto de la pandemia- y un intento de sustituir importaciones de fertilizantes -prohibiendo los pesticidas y promoviendo un pase forzado a la agricultura orgánica- determinaron que el país se quedara sin dólares.
Más allá del pago de la deuda defaulteada, todas las industrias, el agro y hasta los servicios requieren insumos importados para funcionar. Sin divisas no hay paraíso. Europa vive actualmente las consecuencias del encarecimiento del gas y petróleo importados por la invasión de Ucrania. La energía, esencial para industrias y hogares, explica una inflación que se ubica en el máximo histórico desde la adopción de la moneda común, que también se devaluó enormemente en relación al dólar. El grado de restricción material es tal que podría obligar a ajustar no solo en precios sino también en cantidades. Recomendaciones como duchas breves y cuestiones como cortes programados de suministro, que se creían confinados al mundo en desarrollo, integran el debate público alemán.
En España, donde la inflación alcanzó los dos dígitos, Pedro Sánchez anunció medidas sociales compensatorias -becas, bonificaciones al 100% en transporte público destinadas a ahorrar consumo de energía y aliviar bolsillos- financiados por un impuesto de emergencia a las eléctricas y los grandes bancos. Para maximizar el ahorro de energía, el gobierno planea restricciones a la calefacción, el aire acondicionado y expansión del teletrabajo.
Incluso los Estados Unidos enfrenta estos escenarios. Faltantes de chips de computadora, insumos básicos y hasta empleados han sido la norma a lo largo de la pandemia. Un informe de Bloomberg reporta que Chevron busca, con la bendición del gobierno estadounidense, alcanzar un acuerdo para posibilitar el regreso de Venezuela a los mercados internacionales de petróleo. Sin mayor oferta internacional, la limitación en materia energética causada por los altos precios solo sucumbirá ante presiones recesivas.
Paul Krugman, que dedicó la primera parte de la presidencia de Obama a reprochar por insuficiente un estímulo fiscal de 800 mil millones de dólares, aceptó la necesidad de que la Fed subiera las tasas de interés -aunque eso generara un aumento del desempleo- para reducir la inflación. La diferencia entre la ortodoxia y la heterodoxia suele ser la que existe entre inventar restricciones materiales y exponerse a probar cuáles son sus límites. Traspasarlos es imposible.
Bonus track:
- El juez Néstor Salas, del Juzgado de Responsabilidad Penal Juvenil 2 de Mar del Plata, dictó una medida cautelar prohibiendo el cultivo del trigo genéticamente modificado HB4, desarrollado por la empresa nacional Bioceres. La elección del fuero por un grupo de 37 denunciantes adultos, vinculados a diversas organizaciones, da cuenta del forum shopping que rige en la Argentina para las cautelares judiciales que dictan jueces manifiestamente incompetentes.
Iván Schargrodsky | Cenital