El Gobierno lo celebró con un discurso breve del reaparecido presidente Alberto Fernández (difundido por cadena nacional) y la oposición lo cuestionó por la participación en un bloque junto a Rusia y, a futuro, Irán.
Está claro que el debate tiene matices ideológicos, pero no se pueden pasar por alto factores geopolíticos y comerciales.
Un primer dato al margen: el Departamento de Estado de EE.UU. le restó importancia a los BRICS y dijo que los países son libres de asociarse como les parezca.
La sigla representa las iniciales de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Vladimir Putin invadió Ucrania y desató una guerra cruel e innecesaria en territorio europeo. Y aunque cruza represalias con Occidente, nadie propuso expulsarlo de la ONU ni del G20, donde también participa Argentina.
La inclusión de Irán, aceptado como nuevo miembro, también traduce la concepción de que los gobiernos son dueños de los países, como si no hubiera sociedades más allá de sus dirigentes.
En los BRICS participan los dos principales mercados externos de la Argentina (Brasil y China) y el país con mayor población del mundo (India). Si cada gobierno tiene la posibilidad de expresar sus desacuerdos, como de alguna manera hace Brasil al impulsar una tregua en el conflicto con Ucrania, la discusión es abstracta.
La Argentina tiene que defender sus posiciones ante EE.UU, la Unión Europea -que no cede nada en su acuerdo con el Mercosur– y también con los BRICS. El swap de monedas con China fue uno de los «cables» más eficientes que recibió Sergio Massa para superar la crisis de reservas. Y espera este fin de semana anudar una solución similar con Brasil, que está dispuesto a cobrar sus exportaciones en la moneda china, en el mercado financiero londinense. Parece complejo, pero para las industrias argentinas que le compran al país vecino puede ser una salida efectiva.
El Cronista