miércoles, mayo 1, 2024
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DÍGALO CON MÍMICA

El encuentro lo gestionaron Nicolás Massot y Jorge Brito. La relación de Massot con el hoy presidente de River nació de manera fortuita: fue en la casa de Jorge Horacio Brito -padre del actual titular del Banco Macro- que había invitado a Emilio Monzó a su casa. Monzó necesitaba una voz técnica que pudiera responder las consultas del banquero. En un momento de la comida se hizo presente Jorge Pablo. Desde aquel momento forjaron un vínculo de respeto y confianza. Hace quince días, luego del explosivo comunicado de JxC, comenzaron las conversaciones.

Las versiones sobre el almuerzo entre Patricia Bullrich y la Asociación de Bancos Argentinos varían según el interlocutor. “Ya sé por qué me convocaron y podemos hablar de todo, pero faltan 10 meses de gobierno y ustedes no abrieron la boca”, le dijo la titular del PRO a los banqueros. Bullrich estuvo acompañada por Luciano Laspina -el más activo de sus laderos en el encuentro- y el propio Massot. Los presentes entendieron que la presencia de Laspina sugería que allí estaba el eventual ministro de Economía en caso que la exministra de Seguridad fuera Presidente.

Lo mismo ocurre con Horacio Rodríguez Larreta y Hernán Lacunza. Bullrich, para sorpresa de algunos, se encargó de aclarar, con saña, algo que nadie le había preguntado: “Mi ministro no va a ser Lacunza, el próximo gobierno necesita a alguien con reputación”. Por más que haya sorprendido gratamente a los banqueros en este mitin y a los jefes de AEA en el almuerzo que compartieron hace casi un año, los empresarios entienden que Laspina parece no tiene el seniority que exige una situación como la que enfrentará el próximo gobierno bajo el plan opositor. Los hombres de negocios creen que el ministro de cualquier candidato PRO será Carlos Melconian.

Para Carlos Melconian -quién desde la Fundación Mediterránea representa las aspiraciones de laboratorios y bancos nacionales que impulsan su llegada al edificio de Hipólito Yrigoyen- la situación actual no es sostenible y, de ganar, piensa en una rápida devaluación que ponga el tipo de cambio libre en un intermedio entre el actual oficial y el paralelo: el de abajo sube y el de arriba baja. Sin embargo, no supondría una salida total y abrupta de las restricciones cambiarias al estilo de Macri en 2015, que para el economista fue siempre un punto de llegada y no un punto de partida. El economista sostiene que la Argentina bimonetaria es consecuencia del comportamiento de la población y que al dólar hay que darle curso legal -¿una coincidencia con CFK?-, mas no una dolarización. Para Melconian, una política fiscal agresiva, que termine rápidamente con los subsidios, es parte del plan que probablemente converse el lunes con Juan Schiaretti et al en el primer almuerzo de la Mediterránea. El ajuste rápido y profundo que Macri, dice, no quiso o supo hacer en 2015 hoy encuentra en la oposición un consenso que trasciende halcones o palomas.

El impulso a Melconian también representa algo que no se veía desde el final de la década del 80. Un grupo de empresarios que contrata la ejecución de un plan económico con la expectativa de que sea adoptado por la política. Cualquiera que recuerde los resultados del plan que el grupo Bunge y Born diseñó para el gobierno de Carlos Menem previo a la convertibilidad tiene razones para la desconfianza de su virtuosidad, aunque las consideraciones prácticas evaden las aún más espinosas relativas al interés común de la población frente al de un grupo de empresarios que deciden financiar un determinado plan económico.

En la reunión con Bullrich, los más activos por parte de los banqueros fueron Brito, Javier Bolzico y, en menor medida, Marcos Prieto que causó una especial impresión en el equipo de la titular del PRO. Según los presentes por ADEBA, Bullrich y Laspina aceptaron que la deuda no aumenta por los intereses ya que estos son iguales o menores a la inflación. En el bullrichismo se acepta eso con matices: “Reconocimos que podríamos haber hecho énfasis en el equilibrio fiscal y no en la deuda, pero la deuda se mide frente a su capacidad de repago y esta no la tiene”. En ese gap está todo.

La impugnación que la mesa política de Juntos hizo pública respecto del endeudamiento en pesos realizado por el actual gobierno supone, además del evidente intento de condicionamiento a nivel político y de las capacidades performativas de la política respecto de la realidad económica, una discusión de índole técnica. ¿Es válido en sí mismo el rechazo a la sostenibilidad de la deuda realizada por la oposición? Las posturas difieren. Los banqueros reprocharon que este formato no influye sobre el nivel de endeudamiento medido en relación al producto y, si no hubiera apreciación real, tampoco en el endeudamiento medido en dólares. Desde el bullrichismo alegan que el endeudamiento dollar linked -atado al valor del dólar oficial- no difiere demasiado del que se realiza en moneda extranjera dados los actuales niveles de brecha y una potencial normalización del mercado cambiario akadevaluación. Algo que relacionan con los inconvenientes que existieron con las operaciones de dólar futuro a finales de 2015.

La equiparación del endeudamiento en moneda propia con el endeudamiento en una que no se emite es una persistencia opositora que mantiene su misterio. La similitud con las perspectivas del dólar futuro, en cambio, tiene más sentido. El endeudamiento en pesos indexado al dólar va a crecer más que la inflación y podría tomar tintes explosivos frente a una devaluación abrupta como la que implicó la rápida salida del cepo tras la asunción de Mauricio Macri. El endeudamiento obliga al próximo gobierno a un desarme gradual y racional de las regulaciones cambiarias vigentes, que seguramente preferirían evitar o aminorar, forzando que la devaluación le suceda al actual oficialismo y el balance de pesos recibido sea más o menos cómodo para las ambiciosas y agresivas agendas que impulsa la actual oposición en materia fiscal, social, laboral y de reforma del Estado.

Mientras tanto, la reunión de ministros de economía del G20 en India, marcada por la imposibilidad de diálogo entre las principales potencias a causa de la Guerra en Ucrania -que ha vuelto al foro un espacio paralizado y relativamente inútil, a pesar de los reclamos de los países del Sur global, como India, Indonesia y Brasil sobre cuestiones como la crisis alimentaria y el endeudamiento- fue, sin embargo, importante para Argentina. Como casi siempre desde que el gobierno de Mauricio Macri decidiera que era necesario acordar con el Fondo Monetario Internacional, los motivos exceden la agenda del grupo.

Sergio Massa conversó con la titular del organismo de crédito, Kristalina Georgieva, respecto de la posibilidad de, en razón de la sequía, flexibilizar las metas de reservas fijadas en el acuerdo de Argentina -cuyo cumplimiento en la medida de lo acordado se aleja con cada dificultad coyuntural que a su vez sirve de excusa para buscar una nueva flexibilización de las condiciones pactadas. El tono de Georgieva, a través de su cuenta de Twitter, permite pensar en una voluntad de acoger favorablemente el pedido argentino en relación a las reservas de dólares en el Banco Central, que sin embargo dejaría incólume la meta fiscal. Eso significaría, muy posiblemente, una necesidad de ajustar el gasto público en razón de la menor recaudación ligada al agro. Entre concesiones logradas y ajustes disimulados, el intento de transitar del mejor modo la necesidad y buscar allí virtud. Acaso una muestra del minué que deberá aprender a bailar con habilidad quien sea que deba ocupar el próximo gobierno.

Con la efervescencia política regional que se expresa, de distintos modos, en Perú, Venezuela, Nicaragua, Chile, Bolivia y, sobre todo, en un Brasil con una democracia todavía demasiado frágil y amenazada, Argentina contará con alguna dosis adicional de buena voluntad por parte de las potencias que mandan en el Fondo que, sin embargo, no conviene sobreestimar. Las recientes declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, que oscurecieron junto al parlamento neerlandés las perspectivas de aprobación del acuerdo entre el Mercosur y la UE, que aparecía como una cuestión geopolítica prioritaria tras el cambio de conducción, evidencian lo limitado de cualquier situación de buenos oficios en asuntos de política exterior

Last but not least. Luego de la numerosísima expedición a la Antártida -cuesta entender la presencia de varios de los funcionarios nacionales en ese convoy-, la próxima instancia presidencial es el discurso en la última apertura de sesiones de Alberto Fernández. Si bien no trascendieron detalles del texto que el Presidente está trabajando con su portavoz, Gabriela Cerruti, uno de los ejes -aparentemente descartado- pretendía versar sobre la necesidad del diálogo político. “No es un encuadre para año electoral”, le dijo un colaborador cercano de Fernández a #OffTheRecord. “Es bastante de balance y de marcar el clivaje: a pesar de las dificultades, profundizamos estas políticas o vienen los que retroceden”. Sin anuncios, Fernández recorrerá todos los temas espinosos: coparticipación, sentencia a CFK, juicio a la Corte y los chats filtrados del teléfono hackeado de Marcelo D’Alessandro. Los jueces del máximo tribunal definen hoy si asistirán o no a la apertura de sesiones. De no hacerlo, sería la primera vez desde el regreso de la democracia.

Sin embargo, lo más sorprendente de las últimas horas fue la declaración de Gildo Onorato: “No movilizamos el primero porque es un escenario que intenta convalidar una candidatura de Alberto y eso hoy divide al Frente de Todos”. Onorato es uno de los referentes del Evita y secretario gremial de la UTEP donde coincide, entre otros, con Juan Grabois que está alejado, en términos políticos, de la organización que comandan el empresario Fernando Navarro y el dirigente social Emilio Persico Sorprende la naturalidad con la que el Evita le corrió el banquito al Presidente. Alguien que los conoce, sin embargo, es escéptico frente a estas declaraciones: “Le deben estar negociando algo a Tolosa Paz, van a terminar yendo”.

Iván Schargrodsky – Cenital

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